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Reformado
Bellísima pieza “San Luis “tallada "cap i pota" en madera y marfil policromado que atiende a los parámetros característicos del arte hispano-filipino del siglo XVIII.
Medidas: 75 x 25 cm de diámetro aprox.
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Talla hispano filipino s: XVIII.
Bellísima pieza “San Luis “tallada "cap i pota" en madera y marfil policromado que atiende a los parámetros característicos del arte hispano-filipino del siglo XVIII.
Medidas: 75 x 25 cm de diámetro aprox.
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San Luis Gonzaga, Patrón de la juventud cristiana. Nació el 9 de marzo, de 1568, en el castillo de Castiglione delle Stivieri, en la Lombardia. Hijo mayor de Ferrante, marqués de Chatillon de Stiviéres en Lombardia y príncipe del Imperio y Marta Tana Santena (Doña Norta), dama de honor de la reina de la corte de Felipe II de España, donde también el marqués ocupaba un alto cargo. La madre, habiendo llegado a las puertas de la muerte antes del nacimiento de Luis, lo había consagrado a la Santísima Virgen y llevado a bautizar al nacer. Por el contrario, a don Ferrante solo le interesaba su futuro mundano, que fuese soldado como él.
Desde que el niño tenía cuatro años, jugaba con cañones y arcabuces en miniatura y, a los cinco, su padre lo llevó a Casalmaggiore, donde unos tres mil soldados se ejercitaban en preparación para la campaña de la expedición española contra Túnez. Durante su permanencia en aquellos cuarteles, que se prolongó durante varios meses, el pequeño Luis se divertía en grande al encabezar los desfiles y en marchar al frente del pelotón con una pica al hombro.
En cierta ocasión, mientras las tropas descansaban, se las arregló para cargar una pieza de la artillería, sin que nadie lo advirtiera, y dispararla, con la consiguiente alarma en el campamento. Rodeado por los soldados, aprendió la importancia de ser valiente y del sacrificio por grandes ideales, pero también adquirió el rudo vocabulario de las tropas. Al regresar al castillo, las repetía cándidamente.
Su tutor lo reprendió, haciéndole ver que aquel lenguaje no sólo era grosero y vulgar, sino blasfemo. Luis se mostró sinceramente avergonzado y arrepentido de modo que, comprendiendo que aquello ofendía a Dios, jamás volvió a repetirlo.
ARTE FILIPINO.
A partir del descubrimiento de la "ruta del Galeón de Acapulco" en 1565, por Urdaneta y Legázpi, las mercancías procedentes del Oriente, afluían desde los puertos del sur de China a las grandes ferias celebradas en Manila. Allí, los comerciantes chinos vendían los productos exóticos a comerciantes españoles o novo hispanos, quienes las cargaban en los galeones hasta el puerto de Acapulco en el Pacífico. La llegada de la Nao de Manila a México, suponía volver a celebrar otra gran feria, a partir de la cual los productos orientales se distribuían por el continente americano y, el resto, al comercio español; las mercancías eran transportadas a lomos de caballerías hasta Veracruz, en el Atlántico, donde se cargaban en las naves españolas con destino principalmente a Sevilla. Hasta las ferias de Medina del Campo llegaban estos apreciados productos orientales, como lugar donde la demanda de objetos lujosos y gran exotismo era muy grande. Está constatada la llegada de obras de marfil a España, y no sólo de piezas hispano-filipinas, sino también de las de influencia portuguesa o luso-india, por la numerosa asistencia de mercaderes lusos a las ferias medinenses y por la dependencia de muchas compañías comerciales existentes en Portugal.
El marfil, material de lujo y alta estima, significaba prestigio, poder económico y social para su poseedor. Este Cristo de marfil procedente de la iglesia de Santiago -antes Colegio de jesuitas-, debió de seguir la misma ruta del Galeón de Acapulco hasta Medina. Su clasificación como hispano-filipino del siglo XVII, revela un conjunto de influencias artísticas que lo llenan de contenido. Es una obra de arte realizada bajo influencias españolas, filtradas a través de América, tallada en Filipinas, pero por chinos residentes en este archipiélago.
Los sangleyes o chinos de Filipinas, urgidos por la demanda de obras religiosas cristianas, atendían los pedidos españoles teniendo como modelos esculturas, estampas o grabados enviados desde la metrópoli, pero sin olvidar los rasgos de la anatomía oriental. Por ello, los ojos se muestran rasgados, con párpados abultados realizados en doble brida, configurando un rostro de pómulos salientes y resto de anatomía oriental. Las venas de los brazos en resalte no son propias de su cronología, pero por la tonalidad general de la anatomía girando hacia lo blando ha de encuadrarse en la segunda mitad de dicho siglo. En general, tanto la configuración facial como anatómica denotan introspección, hieratismo y ausencia de expresión anímica, características propias de su origen oriental y, sin duda, altamente apreciadas en la metrópoli.
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